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miércoles, 5 de mayo de 2010

Gramsci vuelve. Actualizaciones inesperadas de un espectro obstinado

Y un día, Gramsci volvió. Nunca se había ido, pero un día volvió. En poco tiempo, apareció citado, con mayor o menor justeza, con mayor o menor explicitación. Distintos discursos, diversas (divergentes) voces lo retomaron. Parecía oculto, olvidado, pero no, allí estaba, no oculto, sino ocultado.

Y tuvieron que ser aquellos que lo tenían presente (y que por ello operaron, y siguen operando, para su ocultamiento, su desactivación), y que lo siguen teniendo presente (con renovados acólitos), los que promovieron su (re)vuelta. Son (fueron) los que disponían de hecho sobre quién seguía (en el) presente, y quién desaparecía de él. Aquellos mismos que disponían de la vida de otros, erigen hoy su representificación, su resucite (perverso destino creacionista)

Tal el caso de Luciano Benjamin Menéndez, en Tucumán, en Córdoba, en los vanos intentos de defensa a los delitos de lesa humanidad que cometió y por los cuales fue juzgado y condenado. Tal Jorge el Tigre Acosta por su responsabilidad en los crímenes de la ESMA.

En ambos, en sus discursos, la presencia de Antonio Gramsci, de sus ideas, de su espectro. Demostrando, no solo una lectura lineal y obsecada (digamos obsesivo-paranoica) del italiano, sino (por si hacía aun falta) la evidenciación de la sistemática formación intelectual con la que se emprendió la “lucha contra la subversión” (nada de loco tenía ese ejército genocida)

“La guerra (hoy) continúa, dijo el Tigre Acosta, por otros medios”. “El problema fue dejar gente viva”, agregó. Evitando (como se pueda, al menos por ahora) esta última frase, recalemos en el “por otros medios, la guerra continúa”, que abre por lo menos dos conjeturas. La primera, gramsciana, entendiendo que hay otros medios desde donde “hacer la guerra”. La cultura, la educación, así, como ámbitos privilegiados para una formación ideológica que evite (desde la cuna) “males mayores”. Dirá de hecho Gramsci: “El programa y la organización escolar, es la orientación de una política de formación de los cuadros intelectuales”. Claro, el concepto de “cuadro intelectual” es la que está en disputa. Puja que se dará en el marco de los distintos direccionamientos ideológicos. Agregará el italiano, “no es necesario contar con la fuerza material que el poder otorga para ejercer la dirección o hegemonía política”. Así, poder y educación, en un vínculo inescindible.

La segunda conjetura: la guerra continúa. Lo que abre a su vez otras dos interpretaciones. La primera, que el gobierno actual, evidentemente, encarnaría al contricante (bélico, aunque por otros medios) de esa guerra que continúa. Sus integrantes, los seguidores de este, serían, parte de ese “problema”: el haber dejado gente viva. La segunda, si la guerra continúa, nuevos “soldados”, nuevos “generales”, deberán estar atentos, y actuar y desactivar lo que “los que dejaron vivos” hoy están haciendo (digo, dandole continuidad al pensamiento paranoico de estos jerarcas genocidas –paranoico pero que arraiga en correcciones políticas incidentes-) ¿Cómo actuar? Como siempre, proscribiendo, reprimiendo, eliminando. Tanto las historias del pasado que pongan en duda la impertérrita hegemonía imperante (naturalizandola, invisiblizando el proceso de pujas por el cual se convierte y sostiene como hegemónica), como aquellas lecturas (la de Gramsci, entre otras) que evidencian el proceso mismo de construcción de hegemonía. Como siempre, aunque sin gestos burdos: no es necesario quemar libros, claro, los asesores de imagen saben que eso hoy es contraproducente, tiene indeseables connotaciones.

Gramsci volvió, y evidenciando su utilidad. No solo temor les generó a los militares de antaño la dispersión de su pensamiento, la idea de una infiltración invisible, incontrolable, de estos “otros medios” desde donde la “guerra” se seguía (“sigue”) llevando a cabo, resultó no solo apropiada y de un uso expandido, sino configuró de hecho políticas educativas. He ahí el documental Regístrese, comuníquese, archívese (2009), de Nora Anchart y Mónica Acosta, para evidenciar de qué modo las tesis gramscianas habían sido incorporadas por la dictadura militar, arremetiendo sobre la formación educativa como intancia fundamental de constitución del pensamiento dominante. Claro, lo que también revela el documental, es el arbitrio, la necedad, la brutalidad (en todas sus acepciones): prohibir la letra “ch”, que se hable de latinoamerica (según testimonia Alfredo Bravo), prohibir la teoría de los conjuntos, entre muchas otras medidas así lo demuestran. Lo que sí no fue arbitrario, insistimos, sino sistemático fue el entender (con Gramsci) que la cultura, la educación es fuente principal de construcción de pensamiento, identidad, o sea, de hegemonía.

El documental, filmado en 1995 (como respuesta a la menemista Ley Federal de Educación), y estrenado y revisionado en el 2009, tuvo una sopresiva actualización. Y no solo por los recientes discursos de Menéndez y Acosta (insistimos, elocuentes de una metódica y férrea formación, que redundó en un convencimiento abigarrado y sostenido en la necesidad del exterminio -físico y simbólico- de los subverisvos), sino por las flamantes medidas del actual ministro de educación de la Gestión Macri en la ciudad de Buenos Aires, Estaban Bullrich, que eliminó por “su enfoque gramsciano” los Cuadernillos del Bicentenario. Cuadernillos, que fueron dados a realizar a instituciones como Museo Histórico Nacional, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Lo “gramsciano” (lease, lo demoníaco) quizás haya que buscarlo en la recuperación de luchas de sojuzgados, historias ocultadas por la Historia Oficial, entramando la historia de “vencedores” con esas otras que pugnan por seguir desarrollándose. Interesante gesto, que el nuevo ministro Bullrich juzgó de “ideológico” (como si esa opinión, o cualquier otra, no lo fuera –hay que leer allí huellas de un neoliberalismo cultural que propicia su propio avance como un discurrir meramente técnico, sin implicancias políticas, ideológicas-)

No puede dejar de sorprenderme, que Menéndez, Acosta, Bullrich, me hayan sugerido una lectura. Gracias a ellos, fui hasta a mi biblioteca, a otras, y hasta librerías, en búsqueda de recuperar algunas lecturas perdidas sobre el mentado italiano, que tan escarpada inserción tuvo en el pensamiento político social argentino.

Lo leyeron, aplicaron (actualizan) aquellos (militares, civiles) para quienes tales escritos no estaban dirigidos. Los conservadores de un statu quo asimétrico, se lo apropiaron, desactivándolo, cambiándolo de signo.

Un espacio más que no se ocupa, ocupado. Pero allí está Antonio, su espectro, recitando, junto a otra sombra que felizmente no deja de acosarnos: dicen que me fui del barrio… pero cuándo, si siempre estoy llegando.

Sebastián Russo sebasrusso@gmail.com

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